LAS REDES Y LOS VÍNCULOS



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LAS REDES Y LOS VÍNCULOS



En la época pre-internet teníamos acceso a contactarnos con unas pocas personas, nuestra área de interacción social era reducida. Hoy, el espacio de las relaciones interpersonales se multiplicó, podemos conocer y mantener comunicaciones con muchísimas personas con solo hacer un clic.
Las limitaciones de la distancia física se rompieron por la intermediación de los medios digitales. Se borraron las barreras culturales y hasta la propia timidez que hacía difícil acercarse a una persona desconocida. Antes había que ser atractivo o manejar muy bien las habilidades sociales para poder hablar con una mujer desconocida y conseguir una cita con cierta frecuencia. Recuerdo que en mi caso, como nunca me sobró atractivo físico, tenía que ser creativo y bastante descarado para acercarme a hablar con una chica en la calle o en un bar, y que solo cuando la suerte estaba de mi lado lograba tener éxito en el intento. Ahora, a través de las aplicaciones de citas tenemos acceso rápido y prácticamente ilimitado a otras personas, lo que hace que la probabilidad de fallar en conseguir alguna aceptación sea casi nula.
Si bien la tecnología facilita los contactos, por otro lado, atenta contra los vínculos robustos y disminuye el interés en mantener relaciones duraderas. ¿Para qué esforzarse en conservar una relación estable que puede requerir paciencia y creatividad, si conseguir una nueva pareja está a unos pocos caracteres de distancia?
En la «normalidad», al inicio de cualquier relación todo fluye. El mundo se vuelve fantástico, el otro es casi perfecto y estamos emocionados por concretar el próximo encuentro. En ese momento, la idealización está en su punto máximo. Todos quisiéramos quedarnos en esta etapa casi adolescente, pero se trata de un período de tiempo limitado, y casi sin darnos cuenta nos llega el desafío de aceptar al otro tal como es, para poder pasar a una nueva modalidad de relación con menos química pero con una conexión más profunda.
Esta facilidad para obtener encuentros con otras personas es tal, que favorece el recambio y la superficialidad de los vínculos. A veces me sorprendo cuando algunos de mis pacientes, tanto hombres como mujeres, me cuentan sobre la sencillez con la que se conectan con otros. Chateando, se eligen a través de fotos para terminar por concretar una cita y tener relaciones sexuales. A veces consiguen más citas de las que pueden tener en la semana. Recuerdo un paciente en particular que se separó luego de diez años de casado y empezó a utilizar Tinder y luego Instagram por recomendación de sus amigos. Al principio estaba entusiasmado por los resultados obtenidos. En alguna oportunidad llegaba a la sesión cansado y cuando le preguntaba por qué estaba así, me decía que había salido casi todas las noches de la semana con diferentes chicas, y que le estaba costando levantarse temprano para ir a trabajar. Luego de varios meses me confesó que prefería no contestar los chats y quedarse en su casa. El sexo rápido era divertido, pero estaba cansado: tenía más citas de las que podía o quería cumplir.
La importancia que le damos a lo digital es alarmante. Escucho a diario pacientes que están angustiados y ansiosos porque «les clavaron el visto», o porque en una pelea de pareja los bloquearon de Whatsapp. Pareciera que la posibilidad de que no nos contesten un mensaje produce una herida narcisista que no cicatriza nunca. Que nos ignoren por las redes o nos bloqueen, es vivido como algo grave, como caer para siempre en el río en el que se pierde la memoria. Sin reconocimiento digital no somos nadie.
En otras ocasiones, en las que pacientes han terminado con una relación, me manifiestan con cierta vergüenza que no pueden dejar de seguir a sus ex por Instagram. Lo hacen de forma compulsiva, incluso sabiendo que les hace mal asomarse a la vidriera de lo que el otro muestra, es decir, a un mundo perfecto al que ya no pertenecen.
Aunque a veces me es difícil, trato de entender el sufrimiento de mis pacientes en primera persona y para lograrlo no hay nada mejor que vivenciar determinadas situaciones. Cuando encontré que muchos pacientes mostraban este comportamiento masoquista de mirar lo que sus ex posteaban en las redes, incluso sabiendo que esto les hacía mucho daño, me puse a reflexionar y tratar de estar en ese lugar. Como en mi época no existían las redes, recordé cómo me sentí al terminar una relación real de mi pasado y lo que sufrí al romper con un vínculo importante para mí, pero a este recuerdo le agregué algo que no fue cierto: imaginé que ella había sido famosa. Me imaginé viéndola por TV, contando como era su nueva vida, «una soltera codiciada que mostraba su nuevo bienestar», la facilidad con la que me había olvidado y peor aún, como contaba al aire sobre su nuevo compañero con quien estaba mucho mejor que conmigo. Aunque era solo una fantasía, vivencié una tortura.
Las redes son una vidriera que nos permite espiar vidas maquilladas, ver un espejismo de algo que no representa de ninguna manera la realidad, pero que está ahí como cierto, como verdadero y que nos puede hacer sufrir un fuerte sentimiento de ser ignorados y olvidados.
En resumen, las redes permiten acceder a gran cantidad de personas y favorecen los encuentros, pero los vínculos son más superficiales y efímeros. Esta nueva forma de conectarnos facilita el acceso inicial, pero deja relaciones vacías, posiblemente de corta duración y con conexión menos profunda.
Estamos con otras personas más tiempo en el mundo virtual que en el real, nos quedamos con la ilusión del enamoramiento, perdiendo la oportunidad de construir lazos profundos; el compromiso se desvanece y se empobrece el amor verdadero. Somos rehenes de una vida de caretas que refleja lo que en realidad no somos. La conexión a través de internet no es más que una ficción que nunca nos va a completar, como sí lo hace el contacto interpersonal directo y real.

Lic. Santiago Bonomi
Matrícula CABA Nº 63442
Matrícula Prov. de Bs.As. Nº 98039

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